Cada vez que me encuentro con un ejemplar de árbol, me siento impresionado. Contemplar grandes alcornoques, gigantescos castaños, inmensos nogales, ancestrales olivos y viejas encinas, me produce sensaciones internas y corrientes energéticas difíciles de describir con palabras.
La imaginación se me dispara y me siento conectado con Eywa y la Madre Tierra.
Al final, acabo de abraza-árbol, palpando la arrugada corteza durante unos instantes en los que siento una conexión íntima con otro ser en dimensión diferente, indescriptible.
Parece ser que hay otros humanos a los que les pasa algo parecido, que conectan con el ser árbol, que también son abraza-árboles, y además tienen la virtud de saber expresarlo maravillosamente con bellas palabras.
Por ejemplo, Rabindranath Tagore en su emotivo poema "El árbol":
Paseando por Cortes de la Frontera, bello pueblo malagueño enclavado entre los Parques Naturales de Grazalema y de los Alcornocales, adornado copiosamente de macetas, tiene en las blanqueadas paredes de sus casas, montones de poemas impresos que hacen del hecho de pasear un momento muy especial.
De uno de esos poéticos paseos traigo está "Oración de un árbol" escrita por Antonio Zurera Pulido.
Pues eso, "Arriba las ramas, abajo las raíces".