En este ir y venir que se trae uno, me he topado de lleno, casi de boca con "el bosque habitado".
Ha sido en Órgiva, recorriendo la zona de los olivos centenarios, con tranquilidad y pausa. Después de descender de las alturas y siguiendo la rambla del rio Sucio, a la izquierda, he empezado a encontrarme con esas criaturas retorcidas, ancestrales, de peanas desgastadas, agarradas a la tierra, gritando en silencio a voces, o al menos así me lo parecía, a modo de saludo, eso de ¡abajo las raíces!, ¡arriba las ramas!.

