Parece mentira como los tópicos, los estereotipos hacen mella y aunque se piense que uno es de espíritu abierto, al final te comen la moral.
En esta ocasión el dicho ese de "salir del corralillo para abrir perspectivas y conocer otros mundos" ha sido bastante cierto y por eso en este blog de El Porche no es de justicia dejar pasar la oportunidad de no reconocerlo y ante todo, contar la experiencia vivida, mezcla de colores, olores, sabores y de sentimientos que al final se han encontrado en lo más adentro.
Todo empezó saliendo en bus desde Málaga (27/02/2015) desde la puerta del Málaga Palace, para trasladarnos bien tempranico hasta Tarifa, lugar en el que debíamos de coger el ferry, un monstruoso y dinámico invento que en 35 minutos nos cruzó el estrecho y nos metió de lleno en el puerto de Tánger.
Puerto de Tarifa |
Conforme me iba acercando al "otro mundo" notaba que el paisaje abigarrado de construcciones vaticinaban especulación del terreno, lujos grandiosos frente a barrios de casas amontonadas de colores diferentes a los habituales, mezclas de blanco, ocres, azules, amarillos... El paisaje urbano se tornaba distinto y por ello ya era llamativo.
Tánger |
Ya en Tánger, empieza el recorrido en bus hacia nuestro punto de destino que pasando de lado por Tetuán se dirige directo hasta Chefchauen, Xauen o simplemente Chauen.
Esperaba tonos marrones, terreno seco y nada más lejos de la realidad, apenas salidos de Tánger y enfilada la carretera, nos adentramos en fértiles valles, de rios caudalosos de aguas limpias y claras, con un paisaje denso en vegetación, en las que el verde es el protagonista, los pequeños huertecillos labrados de cualquier manera, sin mucho orden, pero presentes por todas partes, siempre salpicados de pequeños borriquillos, cabras, ovejas, gallos, gallinas, y gatos, muchos gatos. Perros no, apenas alguno.
Nos acercamos a las montañas, la cordillera del Rif a la izquierda, hermosa, imponente, me recuerda algunas macizos de los alrededores de Granada, pero a lo grande, más salvajes, más naturales, más agrestes y menos civilizadas.
Eso si, montones de pequeñas poblaciones, aldeas diminutas, aterrazadas en las laderas de las montañas, recordando otra vez a la Alpujarra granadina, y haciendo pensar aquello de que sería antes, el huevo o la gallina. Sin echar cuentas, nos adentramos en tierra bereber, de gente salvaje, independiente, hospitalaria y amable en un todo.
Paramos a pie de carretera para tomar algo, y la experiencia de probar unas aceitunas aliñadas al estilo marroquí, los sabrosos pinchos de cordero y el sorprendente tallín que comimos "con la mano" ayudados del delicioso pan casero, nos pusieron de golpe y porrazo dentro de este mundo al que apenas nos aprestábamos conocer. Sin lugar a dudas, la sensación de comer con la mano sin los utensilios de costumbre, ha sido de las más impactantes y por ello de la más destacable.
Tallín |
Después del almuerzo, de vuelta al autobús y continuamos nuestra marcha.
Chauen aparece a nuestra izquierda como colgada de una ladera. Montones de gente deambulando por sus calles amontonados los hombres en las puertas de las cafeterías-teterías, las mujeres a lo suyo y los niños correteando jugando por todas partes.
Chauen |
Para hacerse una idea de lo que es Chauen, habría que trasladarse al Albaicín granadino y blanquearlo de azul, o mejor aún azuleearlo de todos los azules que uno pueda ser capaz de imaginar y de esa forma llegarías a concebir lo que son las calles, plazas, casas y rincones de Chauen. Eso sí con montones de gatos, que se insertan en el paisaje formando parte de él, mansos, tranquilos, adormilados y pasotas.
Pasear por Chauen, de día o de noche, es una experiencia difícilmente olvidable y más que recomendable. Calles llenas, plenas de gente y de vida, niños jugando y gritando alegres, algo que sentimos perdido en nuestra tierra y que por aquí todavía disfrutan.
El alojamiento en Casa Hassan fue otra experiencia de las mil y una noche, por la calle la fachada del hotel no mostraba las maravillas de su interior lujosamente decorado con un gusto totalmente exquisito.
Casa Hassan |
Al día siguiente (28 febrero) salimos de Chauen en bus con destino a Tetuán. Ciudad de más de 300.000 habitantes, antigua colonia española, que también nos sorprende gratamente por sus amplias calles y avenidas y construcciones que nos recuerdan España.
Tetuán |
De Tetuán, continuamos en bus hasta Tánger en donde nos alojamos en el Hotel&Spa Rif, en donde saboreamos una exquisita cena marroquí y después de un paseo por la avenida del puerto ir a descansar.
Al otro día (01/03/2015), abandonamos el hotel para en bus conocer la ciudad de Tánger, sus barrios de palacios y viviendas lujosas, para después dejar el bus y dirigirnos hacia la kasba y medina un contraste en todos los aspectos.
El final de la apretada jornada estuvo en el paseo por el zoco de la ciudad, vuelta al abigarrado contraste de colores y olores, así como a "disfrutar" del típico sistema de regateo en las compras en ese juego en el que no hay más remedio que participar.
Hay que regatear antes de comprar |
El almuerzo en un típico restaurante marroquí amenizado por un grupo de músicos fue también un momento muy ameno, agradable y divertido en el que degustamos la sopa harira y una variedad de ensaladas riquísimas, regadas a los postres con el té moruno y dulces del terreno, poniendo un genial punto final a la experiencia.
Vuelta al ferry, salida desde Tánger y despedida de Marruecos hacia Tarifa, con un sentimiento de haber vivido una gloriosa e inolvidable vivencia.
Fotos de la visita a Marruecos>>>
Vuelta al ferry, salida desde Tánger y despedida de Marruecos hacia Tarifa, con un sentimiento de haber vivido una gloriosa e inolvidable vivencia.
Fotos de la visita a Marruecos>>>
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