Después de haber ido de acá para alla, moviéndome por las faldas de Sierra Nevada y recorriendo las tierras moriscas de la Alpujarra, siguiendo la huella de Boabdil y las desventurosas andanzas del último rey morisco Abén Humeya, ha sido frecuente caminar junto a rios, arroyos y sobre todo junto a acequias.
Las acequias han sido perfectos hilos conductores para desplazarnos agradablemente por el terreno. Seguir una acequía es un privilegio. Nunca falta el agua, no hay fuertes desniveles, están generalmente jalonadas de generosos frutales, gratificante sombra y lo que es mejor aún, siempre, siempre, salvo en ocasiones en que se haya perdido, junto a una acequia está el camino del acequiero, nuestro buen camino.
Por eso, saludo gustósamente encantado el encuentro con este Manual del Acequiero, que rescata los usos y costumbres en torno al culto del agua en la acequia, en un claro esfuerzo para que no se pierdan esos modos antiguos que permitían, y aún consiguen, llevar las cristalinas aguas de las cumbres de Sierra Nevada hasta las tierras bajas en la vega, recargando fuentes y veneros, creando fértil vida a su paso. Lo hemos vivido y visto con nuestros propios ojos, por eso respetamos las acequias antiguas, las tradicionales y todo lo que con ellas se genera, agradecemos el esfuerzo protector que realizan las administraciones e instituciones por su recuperación y mantenimiento y nos congratulamos porque existan este tipo de publicaciones, que con tan buen gusto y acierto, vienen a poner en valor un acervo cultural y patrimonio de nuestra tierra andaluza: las acequias ancestrales y el acequiero, alma de la acequia.
En definitiva, es un hermoso granito de arena en esa lucha a la que estamos obligados a realizar de defensa de nuestro medio ambiente y de la Madre Tierra, últimamente tan maltratada por desgracia.
Saludemos y disfrutemos pues, de la amena y pausada lectura de este manual, una joya escrita por Rocío Espín Píñar, Eduardo Ortíz Moreno y José Ramón Guzmán Álvarez, y deleitémonos también con las hermosas, magníficas y bellas ilustraciones de José Daniel Cabrera Peña y Rocío Espín Píñar. La obra está publicada en el 2010 por la Agencia Andaluza del Agua de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.
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