Soy la tabla de tu cuna, la madera de tu barca, la superficie de tu mesa, la puerta de tu casa.
Soy el mango de tu herramienta, el bastón de tu vejez.
Soy el fruto que te regala y te nutre, la sombra bienhechora que te cobija contra los ardores del estío, el refugio amable de los pájaros que alegran con su canto tus horas y limpian de insectos tus campos.
Soy la hermosura del paisaje, el encanto de la huerta, la señal de la montaña, el lindero del camino.
Soy la leña que te calienta los días de invierno, el perfume que te regala y embalsama el aire a todas horas, la salud de tu cuerpo y la alegría de tu alma.
Y por último soy la madera de tu ataud.
Por todo esto, viajero que me contemplas, tú que me plantaste con tu mano y puedes llamarme hijo o que me has contemplado tantas veces, mírame bien, pero...,
pero no me hagas daño.
¿Rabindranath Tagore?
o
¿Vizconde de Chateaubriand?
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