Me ha encantado esta foto desde el primer momento en que la vi.
Un momento irrepetible ese el de aprender a escribir el propio nombre.
Una situación en la que nadie es consciente de su trascendencia, al menos a esa edad, y que demuestra como nuestra vida, al final, es la suma de pequeños instantes por los que pasamos, la mayoría de las veces sin apenas darnos cuenta.
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