Ha llegado este libro a mis manos, gracias a Eva, y su lectura me ha impactado. Por culpa de él se me han encajado muchas piezas que rodaban dando vueltas por la cabeza y no encontraban sitio adecuado ni reposo. Muchos parajes, por los que durante bastante tiempo he venido moviéndome, y aún sigo, han tomado otro cariz, se me han mostrado de otra manera, con otras luces y sombras, con otras perspectivas, dimensiones y aristas. Sin lugar a dudas, esta lectura ha contribuido a que dé otro paso al frente vital, y por ello, no dudo en recomendar su lectura, su pausada, saboreada y reflexiva lectura.
La tierra desnuda, es una novela que nos habla de un modo de vida hoy en día, en vía de desaparición, si no es que ya ha desaparecido, en la que el hombre y su familia, nacía, vivía, trabajaba, trabajaba, trabajaba y moría, sujeto a la tierra dependiendo literalmente de ella. Esa tierra unas veces generosa y fructífera, la más de las veces desagradecida, dura, extrema e implacable, que iba forjando de la misma manera el carácter del hombre y mujer que la habita de niño, adolescente, joven, adulto y viejo.
Ocurre en un lugar, para mí bastante conocido, pero pienso que podría haber sido en cualquier sitio de la España rural que muere, que está desapareciendo día a día, la que hace que los pueblos se deshabiten, las escuelas se cierren y la población de los mismos envejezca paulatinamente hasta su definitiva extinción.
Pueblos que inexorablemente pierden sus habitantes, casas olvidadas, de higueras y parrales inertes, plenas de humedades y olores rancios, silenciosas aldeas fantasma con puertas atrancadas y ventanas tapiadas y opacas, campos yermos y abandonados, cortijos sin tejado de puertas caídas y ventanas abiertas mostrando intimidades sin la menor vergüenza ni decoro, apriscos de muros ruinosos, acequias ciegas, lavaderos sucios y dejados, fuentes y manantiales cada vez más secos, testigos de un modo de vida que, por unos motivos u otros, como que se va diluyendo hasta irremediablemente desaparecer.
Rindo pues mi sentido homenaje a hombres y mujeres aferrados de una forma u otra a la tierra desnuda, que tan generosamente tanto me han enseñado y obsequiado con claros ejemplos de vida y frutos obtenidos a golpe de sudor, esfuerzo, constancia y cariño. A los que aparecen en la novela representados en el Blas el Garduña y a la Antonia, a Paco el Posturas y al Pepico Ruano...; así como a otros reales que he tenido la suerte de conocer a lo largo del tiempo y que también han vivido o esperanzadoramente aún viven aferrados a la tierra, tales como Antonio y Remedios, de las Peñuelas; Miguel, Isabel, Loli y Paquillo, de la Alquería de Comares; a la familia Grillo, de Castilléjar; a Antonio, Rafael, Amaro, Juanillo y a tantos vecinos y vecinas de la vega de Villanueva Mesía y Huétor Tájar...
El autor del libro Rafael Navarro de Castro, de vuelta de muchas cosas, ha sabido crear y contar esta historia con estilo sencillo, claro, ameno y divertido, que te engancha desde sus primeras páginas. La lectura va a más, habilitando conexiones y tensiones sentimentales de gran intensidad, algo que siempre el lector sabe agradecer. Habrá que estar atento a otras futuras obras suyas.
Conclusión: A partir de ahora, cuando camine por la Sierra, Posiciones, Picacho Veleta, Carigüela, Lagunillos, Borreguiles, Loma de Dílar, Prado Llano, Prado Redondo, el Maguillo, el Collado del Pino, Collado de Matas Verdes, la Cortijuela, Cerro Huenes, El Hornillo, Vereda de la Estrella, El Purche, Los Cahorros,... veré con otros ojos, recordaré al Garduña, comprendiendo mejor a esta tierra desnuda. ¡Gracias Rafael!
Por todo eso, y muchas razones más os recomiendo la lectura de este bello libro...
1 comentario:
Totalmente de acuerdo
A mí me ha dejado una huella profunda ese libro
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