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| Mi hermano Miguel y Pepito, Don José. |
Acercarse de nuevo a estos parajes es poner en marcha la Máquina del Tiempo, recordar momentos, personas, algunas que ya no están, una época, la juventud, que también ha quedado atrás.
Es curioso como el inexorable paso del tiempo hace huella sobre las personas, pero apenas se nota en el paisaje, en piedras, acantilados, formaciones... Se comprende fácilmente que los parámetros con que nos movemos son totalmente diferentes.
Los Míercoles al Sol, y a la Sombra, están dando mucho de sí, y si no que se lo pregunten al compañero Antonio Gómez, que se ha soltado de manos y nos ha sorprendido y regalado con este relato corto, que viene al pelo, y es que Antonio es una maravillosa caja de sorpresas...
(Cueva del Agua - Sierra Arana)
El rebaño de cabras Granadinas, enfiladas, una tras otra, ascendían, a la caída del sol, por la cabecera de la Cañada Larga, tras pastar durante toda la jornada, jugosos brotes tiernos de jaras y retamas.
Las cabras se manejaban con agilidad por el agreste terreno, pese a su constitución fina y delicada.
El veterano pastor, de piel curtida, manos encallecidas y anguloso rostro, fiel reflejo del cansancio, iba tras el rebaño, acompañado de su inseparable perro, Balto, siempre vigilante.
Los vientos primaverales, cambiantes y caprichosos, llevaban nubes de tormenta hacia la Sierra. El cielo se oscureció con rapidez.
Viendo el pastor que la tormenta se les echaba encima, buscó cobijo para el rebaño en un abrigo natural, utilizado ancestralmente por los pastores de la zona, situado en la ladera Sureste del pico Cabezo del Asno.
Al poco de refugiarse en el abrigo, se desencadenó una gran tormenta. Desde la entrada al abrigo, el pastor veía como las copiosas cortinas de lluvia se estrellaban contra las rocas, y bajaban, como torrentes, por los surcos que el terreno conformaba. Los relámpagos iluminaban, sólo por un instante, el oscuro cielo. Los truenos, amenazaban con derribar la montaña...
Recuento de la manada...y le falta una cabra, que está para parir...es la Antonia... que es primeriza...
El pastor mira a su fiel perro...y le dice....BUSCA
Y Balto sale del abrigo, ladera abajo, brincando de piedra en piedra, mientras le azota la tormenta, para buscar a la Antonia...
Al poco, el pastor oye el ladrido de Balto...por la tormenta, parece como hueco... ¿ la habrá encontrado ?
Sin pensarlo dos veces, el pastor, tras colocar unos palos de madera para que no se salgan las cabras, se arropa con la pelliza, se cala la boina y sale rápidamente del abrigo. La fuerte lluvia hace que baje, con precaución, apoyándose en su recio Callao.
Balto le sale a su encuentro y le ladra para que lo siga...
Perro y pastor llegan hasta la estrecha entrada de la Cueva del Agua, lugar donde, cuando la necesidad obliga, desde siempre, los pastores llevan a sus rebaños para que beban agua en este abrevadero natural...
El pastor busca y con trozo de rama de almendro y esparto, prepara una rustica antorcha. Le prende fuego con su mechero de yesca y penetra en el interior de la Cueva, tras Balto.
El conoce la Cueva... desde que era un chaval, la ha visitado frecuentemente... por la aventura... por disfrutar de las maravillas de la Naturaleza... por el fresquito que allí siempre hace...
Buscando a la Antonia...pasa del umbral de la Cueva al Pasillo de las Columnas...pero allí no está. Sigue adelante hasta llegar a la Gran Caverna... Balto, ladra y el eco, multiplica su ladrido, por todos los profundos rincones de la grandiosa Cueva...
Oyen el balido de la Antonia.... Y llegando a la Cámara de los Endriagos, la primera zona de la Cueva con agua... encuentran a la Antonia lamiendo al pequeño choto al que acaba de dar a luz...
NOTA: Esta pequeña historia tiene final feliz...
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