¡Buen Camino! Esa es la expresión cotidiana que emplean los peregrinos cada vez que cruzan sus pasos. Y un buen camino es el que hemos tenido estos dos malenos que han ido a realizar un tramo (Sarria a Santiago de Compostela en 5 etapas, 116 kms.) de esta ancestral ruta de peregrinaje, en el que los motivos religiosos y culturales se entremezclan, creando unas sensaciones difíciles de explicar.
Es cierto que el Camino de Santiago engancha, deja huella y que crea adicción. El sufrimiento, el sudor, la lluvia, el frio, la calor, el viento, la niebla, las rozaduras, las ampollas, el cansancio, el dolor,... al final pasan y se olvidan pero dejan el alegre regusto de la superación, de haber conseguido llegar a la meta gracias al esfuerzo propio. Sentir que has pasado por donde lo hicieron otros, miles de peregrinos, cada uno con su historia personal, provoca una intensa sensación de humanidad, de paz y de bienestar de primer orden.
Cada cual hace su Camino a su manera, pero he llegado al convencimiento de que lo importante y atractivo del Camino de Santiago está en las cosas pequeñas, en los detalles humanos de los peregrinos y de las gentes que los ven pasar día a día, creando lo que bien podría denominarse la Cultura del Camino.
Y ahora mismo, en este preciso instante, como desde hace tantos y tantos cientos de años, día a día, peregrinos venidos de todo el mundo van, paso a paso, algunos de ellos casi arrastrándose en esfuerzo que raya en lo sobrehumano, recorriendo esos senderos de siempre, de los que en un instante preciso formamos parte de él, y es que "El Camino lo hacemos todos nosotros en un momento u otro de nuestra vida y tiene su razón de ser y trascendental en el hecho humano colectivamente concebido".
No hay dos Caminos de Santiago iguales, ya que cada cual lo hace y lo siente a su manera.
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Es cierto que el Camino de Santiago engancha, deja huella y que crea adicción. El sufrimiento, el sudor, la lluvia, el frio, la calor, el viento, la niebla, las rozaduras, las ampollas, el cansancio, el dolor,... al final pasan y se olvidan pero dejan el alegre regusto de la superación, de haber conseguido llegar a la meta gracias al esfuerzo propio. Sentir que has pasado por donde lo hicieron otros, miles de peregrinos, cada uno con su historia personal, provoca una intensa sensación de humanidad, de paz y de bienestar de primer orden.
Cada cual hace su Camino a su manera, pero he llegado al convencimiento de que lo importante y atractivo del Camino de Santiago está en las cosas pequeñas, en los detalles humanos de los peregrinos y de las gentes que los ven pasar día a día, creando lo que bien podría denominarse la Cultura del Camino.
Y ahora mismo, en este preciso instante, como desde hace tantos y tantos cientos de años, día a día, peregrinos venidos de todo el mundo van, paso a paso, algunos de ellos casi arrastrándose en esfuerzo que raya en lo sobrehumano, recorriendo esos senderos de siempre, de los que en un instante preciso formamos parte de él, y es que "El Camino lo hacemos todos nosotros en un momento u otro de nuestra vida y tiene su razón de ser y trascendental en el hecho humano colectivamente concebido".
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