El tránsito de la Virgen, de Andrea Mantegna. |
Cuando yo muera, desearía que fuese así.
Mis amigos, la gente a la que quiero,
en derredor,
conversando de sus cosas,
sin prestarme mucha atención,
que se limiten a estar,
que no llore ninguno, tan solo
de vez en cuando, en medio de una frase
que alguien
me mire y se diga
está muerto,
ya nada será igual,
no hay camino de regreso,
(al fondo, por la ventana,
una laguna, o el mar, mejor aún
los tejados de Madrid)
y roce una de mis manos
con la suya
y no le asuste mi frialdad
y me sonría
y me olvide
y vaya en paz.
Mis amigos, la gente a la que quiero,
en derredor,
conversando de sus cosas,
sin prestarme mucha atención,
que se limiten a estar,
que no llore ninguno, tan solo
de vez en cuando, en medio de una frase
que alguien
me mire y se diga
está muerto,
ya nada será igual,
no hay camino de regreso,
(al fondo, por la ventana,
una laguna, o el mar, mejor aún
los tejados de Madrid)
y roce una de mis manos
con la suya
y no le asuste mi frialdad
y me sonría
y me olvide
y vaya en paz.
José Ovejero.
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