No hace mucho que entré en el mundo del Yoga, llevo poco tiempo, pero en lo que me voy asomando a su interior cada vez me llena y satisface más. Y es que eso de llegar a través del esfuerzo físico, del control del cuerpo al interior del espíritu o como quiera que se llame, me produce intensos y gratificantes sentimientos.
Pues bien, como mantra personal, muy casero y adaptado a mi manera de ser y a mis necesidades espirituales, vengo usando el siguiente:
"Calma, paz, tranquilidad, relax..."
Palabras que repito mántricamente una vez y otra y que me vienen muy bien, cuando práctico Yoga y también, en mi vida diaria, las llamo en cuanto la dificultad o la tensión, hace aparición y la adrenalina se dispara.
Hoy, navegando por la red me he encontrado con un texto del Dalai Lama en el que se refleja, pero más bellamente narrado, el contenido de "mi mantra casero". Por ese motivo, y muy lógicamente, me ha llamado poderosamente la atención, así que sin lugar a dudas, lo rescato, copio y guardo, para cuando como yo digo: "tenerlo a mano siempre".
SE LLAMA CALMA
Se llama calma y me costó muchas tormentas.
Se llama calma y cuando desaparece…. salgo otra vez a su búsqueda.
Se llama calma y me enseña a respirar, a pensar y repensar.
Se llama calma y cuando la locura la tienta se desatan vientos bravos que cuestan dominar.
Se llama calma y llega con los años cuando la ambición de joven, la lengua suelta y la panza fría dan lugar a más silencios y más sabiduría.
Se llama calma cuando se aprende bien a amar, cuando el egoísmo da lugar al dar y el inconformismo se desvanece para abrir corazón y alma entregándose enteros a quien quiera recibir y dar.
Se llama calma cuando la amistad es tan sincera que se caen todas las máscaras y todo se puede contar.
Se llama calma y el mundo la evade, la ignora, inventando guerras que nunca nadie va a ganar.
Se llama calma cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música y locura sino el viento, los pájaros, la buena compañía o el ruido del mar.
Se llama calma y con nada se paga, no hay moneda de ningún color que pueda cubrir su valor cuando se hace realidad.
Se llama calma y me costó muchas tormentas y las transitaría mil veces más hasta volverla a encontrar.
Se llama calma, la disfruto, la respeto y no la quiero soltar…
En verdad, es un bello poema.
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